¿Un monarca europeo en el sur de Chile?
Aunque parezca ficción, a mediados del siglo XIX un abogado francés llamado Orélie-Antoine de Tounens viajó al sur de Chile con un objetivo insólito: fundar un reino entre la Araucanía y la Patagonia, en alianza con los pueblos indígenas que resistían la expansión del Estado chileno.
Su historia se cruzó con territorios mapuche y huilliche, incluyendo parte de la actual Región de Los Lagos, desde Osorno hasta el archipiélago de Chiloé. Una zona clave donde la historia, la mitología y la identidad local alimentan todavía hoy esta enigmática aventura.
Un abogado con ambiciones reales
Nacido en 1825 en Chourgnac, Francia, Orélie-Antoine era un idealista marcado por el romanticismo político de la época. Inspirado por relatos de América del Sur, decidió viajar a Chile en 1858. Dos años más tarde, tras reunirse con varios lonkos en la zona de la Araucanía, redactó una constitución monárquica, izó una bandera tricolor e imprimió decretos reales.
El 17 de noviembre de 1860, se proclamó oficialmente como "Rey de la Araucanía y la Patagonia", declarando un nuevo reino autónomo basado en el respeto mutuo con los pueblos originarios.
La Región de Los Lagos en su visión territorial
Aunque el epicentro político de su reino estaba en la Araucanía, el proyecto de Tounens abarcaba buena parte del sur austral, incluyendo:
-
Osorno y la Cuenca del Ranco, zonas huilliches aún en resistencia.
-
La actual provincia de Llanquihue, con presencia de colonos alemanes y conflicto de tierras.
-
Chiloé, territorio insular con fuerte identidad cultural, que durante siglos tuvo autonomía del resto de Chile continental.
El "reino" era, más que una realidad política, una expresión simbólica de soberanía alternativa en medio de un territorio aún no plenamente incorporado a la república chilena.
Arresto, exilio y legado
En 1862, el gobierno chileno arrestó a De Tounens cerca de Temuco. Fue llevado a Santiago, declarado demente por la Corte Suprema, y deportado a Francia. A pesar de eso, regresó varias veces a Chile, siempre intentando restablecer su reino, pero sin éxito. Murió en 1878 en el anonimato.
Sin embargo, su legado no murió con él. En Francia y otros países europeos, surgió una simbólica “corte real en el exilio”, con pretendientes al trono de la Araucanía y la Patagonia, sin reconocimiento legal pero con seguidores curiosos y nostálgicos.
Micronaciones, cultura e identidad
En la actualidad, la historia de Orélie-Antoine ha dado pie a:
-
Micronaciones ficticias, como el Reino de Chiloé en redes sociales.
-
Documentales y novelas históricas, que rescatan esta mezcla de delirio y romanticismo.
-
Reivindicaciones culturales, que recuerdan la diversidad y complejidad de las tierras del sur antes de su plena incorporación al Estado chileno.
¿Un loco, un visionario o un oportunista?
La figura de Orélie-Antoine de Tounens sigue generando debate. Para algunos fue un excéntrico europeo; para otros, un adelantado defensor de los derechos indígenas frente al avance de los Estados-nación.
En cualquier caso, su historia es parte del ADN secreto del sur chileno, especialmente en regiones como Los Lagos, donde la memoria de los pueblos originarios, la autonomía insular de Chiloé y el paisaje indómito aún resuenan con ecos de ese sueño monárquico imposible.
La historia del rey francés que quiso gobernar el sur de Chile no solo es un capítulo curioso: es una invitación a mirar con otros ojos el pasado. A entender que en cada rincón de la Región de Los Lagos hay relatos olvidados que esperan ser contados. Y que incluso en lo insólito, se esconde una verdad histórica más compleja de lo que aparenta.